Vivimos en un país maravilloso, con una cultura y una historia difícil de superar por cualquier otro. Las gentes en general son excelentes, abiertas, amigables… Tenemos las mejores playas e islas que poco tienen que envidiar a las del Caribe. En fin, todos deberíamos estar orgullosos de vivir en un país con tantas riquezas tangibles e intangibles.
Pero no es así, hay una casta de imbéciles supinos que son los que realmente tienen el control, que están dispuestos a echar por la borda tanto positivismo. Esta casta se piensa que todo vale, que la mayoría tiene la memoria de un mosquito y se le puede engañar porque pronto lo olvidará.
Y ahora os preguntaréis después de este preludio, un catalán, pro independentista, puede decir tantas cosas bonitas de un país que le desprecia, simplemente soy objetivo y no tengo odio a nadie, no me interesa la violencia verbal ni física, prefiero el entendimiento que es como realmente se consiguen verdaderos avances, el problema a veces es hablar contra una pared.
Pero este escrito no va de esto, va sobre la tragedia del tren de Santiago: Hoy me he enterado por la prensa que resulta que el maquinista 1 minuto antes del accidente estaba hablando con algún técnico de renfe, cosa que se estaba intentando ocultar, de hecho, el móvil del maquinista simplemente ha desaparecido y seguramente jamás sabremos lo que realmente paso, pero la cosa huele muy mal.
Dicho esto, yo me pregunto cuantas veces más vamos a admitir una mentira en nuestras caras con tal de venderle unos trenes tarados a Brasil, cuantas veces vamos a “mirar para otro lado” mientras unos inútiles nos intentan colar otra mentira más por un puñado de dólares.
Me da asco el poder en España, nos llevará al más absoluto de los fracasos y pobreza. ¿Alguien puede desempolvar ya la guillotina?
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